El presidente del Gobierno español quedó debilitado tras la renuncia de un estrecho colaborador por corrupción, descarta dimitir y buscará resistir, para lo que tendrá que contentar a sus irritados socios, pero sin el peligro de momento de que la oposición pueda acelerar su caída.
La bomba cayó el jueves, cuando un juez del Tribunal Supremo vio “indicios” de que el número tres del Partido Socialista de Pedro Sánchez, Santos Cerdán, estaría implicado en una trama de corrupción que adjudicaba contratos públicos a cambio de dinero, un escándalo por el que ya está siendo investigado el exministro y antigua mano derecha del dirigente, José Luis Ábalos.
La noticia fue otro golpe para Sánchez, con varios frentes abiertos: su esposa, su hermano y el fiscal general, nombrado por el Gobierno, son objeto de investigaciones judiciales. Un contexto ante el que la oposición de derecha exige insistentemente al líder socialista, en el poder desde 2018, que renuncie y convoque elecciones generales, potestad exclusiva del jefe del ejecutivo.
Sánchez, autor de la autobiografía “Manual de resistencia”, apareció el jueves con cara compungida en la sede del Partido Socialista en Madrid para pedir “perdón” por el escándalo, pero descartando elecciones anticipadas y dispuesto a culminar su mandato en 2027.